El siguiente post parte de otro que nunca escribí. Muchas veces se ha dicho que el Aconcagua es un volcán y justamente, como NO lo es, quería desmitificarlo. El tema es que gracias a la bibliografía que fui consultando, en mi mente aparecieron viejos recuerdos de la época de estudiante que sumados a datos y anécdotas que desconocía terminaron desembocando en este post. Lo que van a leer a continuación es una reseña de la historia geológica del Aconcagua y alrededores; en ella verán aparecer nombres de grandes andinistas y exploradores y cómo se fue estudiando paso a paso toda el área. También, muchos de los nombres que aparecerán les parecerán familiares, ya que cerros icónicos fueron bautizados con sus apellidos. Por último, recorreremos cuáles fueron las ideas que aportaron dudas sobre el origen o no volcánico del cerro. Es un post ideal para los amantes de la geografía, geología y curiosos en general. Bienvenidos.
Los Comienzos
La exploración geológica formal de la zona comenzó en el siglo XIX. En la década de 1830, Joseph Pentland entró desde Chile a la zona de Puente del Inca y mientras hacía mediciones geodésicas, descubre fósiles que luego son analizados por Von Buch (en 1836), asignándoles características semejantes a los del Jura.
Quiero hacer un pequeño paréntesis para no pasar por alto al genio de Pentland. El tipo fue geógrafo, naturalista, mineralista y un viajante incansable. Recorrió y mensuró (surveying) gran parte de los Andes bolivianos, país donde ejerció de cónsul Británico. Mantuvo durante su vida una larga correspondencia con Darwin. Un mineral (la pentlandita), el cráter lunar Pentland, la perdíz andina (Nothoprocta pentlandii) y la kiula andina (Tinamotis pentlandii) llevan su nombre debido a sus descubrimientos.
Volviendo al tema, el ultrafamoso Charles Darwin también cruzó desde Valparaíso hacia Argentina. En su periplo que le llevó a dar la vuelta al mundo en el Beagle (desde 1832 hasta 1836), recae en la zona del Aconcagua en 1835. Así como Pentland, él redescubre los mismos fósiles que posteriormente son estudiados por D´Orbigny (otro genio) quien les asignó una edad más reciente (neocomiana) la cual fue corroborada por Forbes en 1845.
Cabe aclarar que Darwin escribió tres trabajos geológicos de la zona y los presentó en 1838, 1845 y 1846. Podrán encontrarlos en los siguientes links: 1 y 2.
En la imagen anterior, que recomiendo hacer click sobre ella para verla en tamaño grande, pueden apreciar un tres cortes geológicos que realizaron Darwin en su periplo desde Valparaiso. Si desean leer las implicancias de los trabajos de Darwin a un nivel mucho más profundo, les recomiendo leer este paper.
El siguiente geólogo en pisar el área fue Pedro José Amadeo Pissis. Este geólogo nacido en Francia trabajó en Brasil y Bolivia antes de recaer en Chile, donde prestó sus servicios geológicos al gobierno. En su momento, generó el mapa más detallado de los Andes Centrales chilenos de la época. El buen hombre realiza estudios geológicos en la zona de Las Cuevas hasta el ingreso a la quebrada de Horcones y distingue una roca en particular que la denominó “Formación Calcárea” (Pissis, 1852, 1873 y 1875).
Entre 1857 y 1858, Germán Burmeister realiza el cruce de los Andes desde Chile y realiza observaciones geográficas y geológicas generales desde Punta de Vacas hasta Las Cuevas (Burmeister, 1876 y 1879).
Hasta aquí notarán que los primeros estudios del área lo realizaron geólogos que entraban desde Chile. La lejanía a la única universidad argentina donde se brindaban estudios geológicos (la UBA) era el principal escollo para el desarrollo de estudios. Recién en 1866, Pellegrino Stroebel parte desde Buenos Aires en misión científica geológica hacia esa zona. Cruza a Chile por el paso de La Cumbre y vuelve por el paso del Planchón. En su periplo realiza importantes descubrimientos bioestratigráficos (Stroebel, 1866, 1868 y 1869).
En 1873, otro geólogo argentino de origen alemán, Stelzner, también cruza a Chile por el paso del Espinacito (San Juan) y regresa por el río Cuevas. A pesar de que su objetivo de estudio era el área del paso del Espinacito, estudió las laderas norte de Puente de Inca y encontró los mismos fósiles neocomianos además de constatar la presencia de sedimentos jurásicos marinos. Los estudios paleontológicos de los fósiles que levantó en el campo los llevó a cabo Göttsche en 1878.
En 1883, Paul Güssfeldt ingresó a la región del Valle Hermoso desde Chile, remontó el río Volcán y realizó el primer intento de ascenso al Aconcagua. El punto importante es que en los libros de montañismo aparece como el primer intento, pero Güssfeldt era primero geólogo y luego andinista. El buen hombre extrajo muestras a lo largo del ascenso de lo que ahora se conocer como “Ruta Normal” hasta los 6100m de altura. Luego realizó un doble intento al cerro llegando a los 6500m. En sus observaciones de campo describe la parte superior del cerro como capas de areniscas calizas y yeso, intercaladas con otras de aspecto pórfidos. Cuando volvió a Chile, realizó los estudios que luego fueron repetidos por Roth en 1890 y que certificaron el origen volcánico de las muestras pórfiricas. Aquí sucede algo insólito; primero da a conocer a la Sociedad Geográfica de Berlín que debido a la naturaleza estratificada del Aconcagua no podía ser un volcán (Güssfeldt, 1883a) pero pocos meses después de esa comunicación, realiza otra afirmando que el Aconcagua era un volcán y que los tres picos principales (cumbres norte y sur y cerro Mirador) eran los relictos de un cráter (Güssfeldt, 1883b). Esto fue tomado por cierto por la comunidad científica que generó polémicas sobre el origen del Aconcagua durante décadas.
El mismo Güssfeldt realizó mediciones y describió el cordón de la Ramada. Le asigna ese nombre al cordón debido a su forma achatada. Al cerro La Ramada, también lo interpreta como un volcán. Realiza las primeras mediciones de altura a los cerros Negro y de la Ramada. El error fundamental de Güssfeldt fue que encontró rocas volcánicas en ambos cerros (Aconcagua y La Ramada) y les asignó un edificio volcánico actual cuando en realidad son depositaciones de roca volcánica erosionada, transportada y depositada hace millones de años.
En el verano de 1896-1897 se lleva a cabo la expedición liderada y financiada por el estadounidense Edward FitzGerald. Con sólo 25 años fue el líder de una expedición que incluían 6 guías de alto nivel con el objetivo principal de ascender el cerro. Llevó expertos naturalistas, geólogos, geógrafos y agrimensores para que recolectaran información de cada área. Durante la segunda ascensión absoluta al cerro (sólo un mes después de la primera), llevada a cabo por el geólogo S.M. Vines, recoge muestras de la cima que luego de los análisis químicos de la University College de Londres (llevados a cabo por R.W. Gray) que resultaron ser andesitas hornobléndicas. Esta expedición también localizó tres localidades fosilíferas (dos en el valle de Horcones y una en la quebrada del Tolosa). Los fósiles encontrados resultaron ser los primeros amonites hallados en la región y eran del período Jurásico Tardío (Crick, 1899).
En 1898 otro geólogo realiza un intento de ascensión al Aconcagua. Su apellido era Conway y debido a él las rocas aflorantes cercanas a Plaza de Mulas se llaman “Piedras Conway”. Además del intento de ascensión, describe en su trabajo los avances y retrocesos de las lenguas glaciares y sus depósitos morénicos del valle de los Horcones.
En 1905, el doctor en química F. Reichert, quien trabajaba en la Dirección de Minas, Geología e Hidrología realiza su primer intento de ascenso al Aconcagua y luego vuelve en 1911 donde realiza múltiples ascensiones y exploraciones en la zona del Aconcagua y el Plomo. Ese mismo año describe geográficamente los ventisqueros del Plomo y las nacientes del río Blanco. Todas las recorridas que realizó el amigo Reichert las volcó en un libro que escribió muchos años después, en 1929 (La exploración de la Alta Cordillera de Mendoza). Más info de este fenómeno andinístico: 1 y 2.
A partir de 1906 comienza el estudio sistemático de la región. La construcción del ferrocarril a Chile permite el fácil acceso al área de estudio. Aquí entra en escena el genial geólogo Walter Schiller, uno de esos tipos que estaba adelantado 50 o 100 años al conocimiento de la época. Él realizó un intento de ascensión hasta los 6000m y realizó un levantamiento geológico de la zona de Puente del Inca. Fue el primero en describir la complejidad estructural del Aconcagua (Schiller, 1907).
Al año siguiente, Schiller remonta el río San Juan hasta sus nacientes y continúa por el valle Hermoso a través del río Volcán. En ese punto pierde a sus mulas y continúa en solitario cruzando el portezuelo del Cuerno e ingresa al valle de Horcones. Allí realiza el segundo intento al Aconcagua pero cae en una grieta. Pasa varios días hasta ser rescatado por una expedición italiana que también intentaba subir el cerro. Es trasladado hasta Puente del Inca y durante su recuperación escribe sus resultados geológicos muy novedosos para la época (Schiller, 1908).
Schiller vuelve a la zona en 1909 y 1910 a la región a levantar datos y luego compila toda la información de sus investigaciones y son compiladas en una síntesis geológica de la Alta Cordillera de San Juan y Mendoza, hasta ese momento el compendio de conocimientos más sólidos y completo de esa época (Schiller, 1912).
En los siguientes años los estudios geológicos se desplazaron hacia la zona del cordón del Espinacito y de la Ramada. Kühn (1914, 1922), Rigal (1930) y Lambert (1943) fueron los principales impulsores. Recién en 1946 se realizan estudios geotectónicos para realizar el túnel internacional en la zona de Las Cuevas. Los lleva a cabo un histórico de la geología argentina como González Bonorino con la colaboración de Lambert. Luego de 4 años de estudio detallado en la cordillera Límite, en ambos lados del límite, presenta sus conclusiones en 1950 sobre la composición petrográfica de la zona. Lamentablemente, no logra ver las mismas estructuras que Schiller y lo lleva a formular conclusiones opuestas.
Un año después (1951), el geólogo Pablo Groeber realiza el primer mapa geológico de la zona a escala 1:500.000. En 1953 el mismo Groeber realiza estudios varios, entre ellos, perfiles de los afloramientos cretácicos de la zona del valle del río de las Cuevas.
Lo que pasó durante los próximos 30 años fue algo lamentable en la comunidad geológica. El amigo Schiller fallece en el Aconcagua en su cuarto intento de ascenso, en el año 1944 y a los 65 años. Si dar nombres específicos, a los pocos años de su muerte se empezó a desmerecer su magistral obra publicada en ¿1912? (La Alta Cordillera de San Juan y Mendoza y parte de la provincia de San Juan), se malinterpretaron sus conclusiones y tomaron parte de sus observaciones y fueron desechadas. Muchos de esos geólogos que despreciaron su trabajo ni siquiera llegaron a pisar el Aconcagua, pero reinterpretaron sus observaciones, simplificaron las repeticiones tectónicas que describió Schiller y algunos de ellos inclusive pusieron en duda los grandes corrimientos que describía en el trabajo de 1912. Se llegó al punto de descalificar su trabajo sólo por ser alemán, acusándolo de “estos geólogos europeos propensos a ver cobijaduras en todas partes” (palabras del geólogo Fossa Mancini).
En los 70´s se estudió en mucho detalle la cordillera principal, en su sector sanjuanino (Cordón del Espinacito) y recién el geólogo Vicente (1972) retorna a las ideas de Schiller (1912) con respecto a las estructuras y corrimientos de los Andes a esas latitudes. A partir de 1983 se comenzó con un relevamiento regular de la zona del Aconcagua a cargo del Servicio Geológico Nacional; esos trabajos estuvieron a cargo del más grande geólogo argentino de fines del siglo XX, Victor Ramos. Él, en los años posteriores y hasta la actualidad comanda el laboratorio de Tectónica Andina en la UBA y cada tesista que realizaba (y realiza) su licenciatura o doctorado con él, debe recorrer y estudiar una porción de la cordillera. Es así como se completó el conocimiento de la región del Aconcagua en los últimos años.
¿Cuándo se inicia la polémica de un Aconcagua de origen volcánico?
Aunque parezca increíble, está muy bien datado. El 20 de enero de 1835, un comerciante británico (un tal Byerbache) observa desde el puerto de Valparaíso un volcán en erupción y asumió que era el Aconcagua. Lo interesante del caso es que justo en esa época andaba el amigo Darwin por el puerto y le comenta la anécdota (queda escrita en el diario de éste último). Darwin había observado una erupción del volcán Osorno desde el barco cuando iban con rumbo norte hacia Valparaíso. Esa fue la base con que el científico se baso para repetir en diversas oportunidades que el Aconcagua era un volcán activo; desde presentaciones a la Society of London, luego en su libro de viajes y posteriormente en su paper de 1846 que citamos previamente. La fama y el prestigio del científico hizo por dar por descontado que era un volcán y no se puso en duda su afirmación hasta mucho después.
Hauthal, en 1904, lo incluye en su catálogo de volcanes de Argentina y Chile y Pissis, de quien hablamos previamente, comprobó que los pies del cerro estaban compuestos por rocas sedimentarias y que la cima poseía rocas estratificadas. Esto lo lleva a afirmar que el Aconcagua no era un volcán sino que estaba constituido por rocas sedimentarias (Pissis, 1852).
El amigo Güssfeldt, aquel que dijo en 1883 que no era un volcán y a los meses afirmó que si era un volcán aportó más confusión al asunto. Previamente no comentamos el porqué de su cambio de opinión. Resulta que cuando le muestra a su colega Roth las rocas y realizan estudios, las describen como pórfidos félsicos con hornblenda, tobas con augita y anfibol y una roca blanca producto de la actividad fumarólica. Su conclusión fue que si bien no era prueba suficiente para concluir que el Aconcagua es un volcán, si se podía afirmar con seguridad que estuvo afectado por efecto de fumarolas (Roth, 1885).
En la expedición de Fitz Gerald que ascendió el cerro por primera vez dijimos que estaba el geólogo Vines entre los ascensionistas. Fitz Gerald concluye que no se asemeja en nada a un cono volcánico y que a pesar de la presencia de rocas volcánicas es erróneo interpretarlo como un volcán. Pero, para sumar a la confusión, apenas un año después, Vines, en su descripción de la cumbre concluye que el Aconcagua son las ruinas colosales de un volcán profundamente erosionado.
Un año después, Conway fue el primero en describir la discordancia entre la serie volcánica de la cima y las rocas sedimentarias de la base. Las muestras de Conway y también las de Vines fueron descritas petrográficamente por Bonney que en ambos casos resultan tener carácter volcánico (contenido de sílice mayor al 60%).
Con ese panorama contradictorio, de afirmantes para uno y otro bando, arriba el gigantesco Schiller a escena. Luego de 4 años de estudios en toda la comarca, descarta de plano la idea de un origen volcánico, sobre la base de una falta de morfología adecuada, el estar afectado por “cobijaduras andinas” (corrimientos) y la falta de erupciones o actividad fumarólica. Redescribe las muestras supuestamente fumarólicas de Güssfeldt como simples masas de nieve pulvurienta levantada por los vientos. Un verdadero adelantado a su época, ya que no necesitó de laboratorios petrológicos y se basaba netamente en sus agudísimas observaciones. Sus ideas y conocimientos de la zona fueron ampliamente aceptados por los geólogos europeos (Gerth, Kühn, Groeber, Windhausen entre otros) pero no por los argentinos. Es el caso de Fossa Mancini, que en 1947, basado solamente en una extensa iconografía del cerro y sin pisar un pie en suelo andino, descarta los corrimientos que afectaban al Aconcagua descritos por Schiller y destaca su naturaleza volcánica afirmando que era un volcán extinguido e in situ. ¿Cuál era el problema? El ángulo de las fotos tomadas del cerro.
Finalmente, la hipótesis que consideraba al Aconcagua como una cobertura volcánica desraizada se afirmó en los estudios de Yrigoyen (1976), quien demostró que tanto al este como al oeste del Aconcagua hay sendos corrimientos negado por Fossa Mancini. Corrimientos confirmados ampliamente en los 80´s y visualizados tanto en la pared oriental como en la cumbre. Y si hay corrimientos entonces no hay un edificio volcánico in situ dando por terminada una polémica de (alrededor de) 150 años.
Final de la Historia
Es importante entender el siguiente punto: el Aconcagua no es un volcán pero está compuesto de rocas volcánicas. ¿Complicado? No tanto. Sin entrar en detalles geológicos que podrían complicar el asunto, vamos a intentar contar brevemente la secuencia.
Hay una gran discusión en torno a cuándo fue el comienzo de los Andes pero para el Mioceno (20Ma) ya parte de la cobertura sedimentaria jurásica y cretácica estaba deformada. Sobre esa corteza “delgada” es que se emplaza un arco magmático que da origen al Complejo Volcánico Aconcagua (nombre por el cual se conoce a las rocas de origen volcánico de este cerro). Una serie de volcanes erupcionan y aportan material que va a depositarse en discordancia con las rocas sedimentarias previas. Posteriormente todos esos edificios volcánicos son erosionados hasta no quedar pista de ellos en la actualidad. Por último, hace aproximadamente 8Ma se produce el evento final de la Cordillera Principal en esas latitudes, plegando y elevando las rocas yacientes. Durante ese movimiento es que se produce el levantamiento del cerro Aconcagua hasta las alturas que conocemos hoy en día. Vale aclarar que la reconstrucción de los levantamientos está soportada en base a los estudios de los depósitos sinorogénicos como los conglomerados Santa María y otros.
Antes de finalizar este post, quería contarles que toda la información que se mostró aquí fue extraida de un compendio de de trabajos de licenciatura y doctorados de la región aconcagüina que son parte del libro “Geología de la región del Aconcagua: Provincia de San Juan y Mendoza“. Cada tesista se ocupó de una porción de terreno en particular, así como de una porción estratigráfica. Es gracias de Victor Ramos quien desde su laboratorio de tectónica andina impulsó el conocimiento geológico de los Andes centrales.
Lo que ven en la imagen superior es el área de cobertura de los diferentes estudios a principios de los 90´s. En la actualidad, ya se “cubrió” toda la zona y se avanzó hacia el sur abarcando todo Mendoza e inclusive se cruzó el límite y se están realizando tesis en territorio chileno. Lamentablente no tengo enlaces a cada capítulo (sólo al Nº10: El volcanismo en la región del Aconcagua) pero sí lo tengo en papel. Es desde ahí que escanié las figuras para escribir este post.
Esto fue todo, espero que les haya gustado y será hasta la próxima!
Muchas gracias, muy buena informacion ! Un abrazo enorme ! Saludos
muy bueno guille como siempre
Me encantan estos nardopost geológicos 😉
Excelente! Más claro imposible…y eso que la geología no es mi área!!! Queda bien fundamentado que el Aconcagua no tiene más de volcán que algunas viejas rocas que fueron parte de algún volcán y su perfil… que desde algunos ángulos parece un volcán!!! ja!
Excelente y muy claro. gracias x compartirlo
Muy bueno
Muy buen estudio. Gracias por compartir la informacion.