La palabra del profeta

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(NdE: Post escrito por mi amigo personal, compañero de montaña, de cervezas y gran lector de libros de historia, Adrián Davolio).

En relación a los hechos ocurridos hace unos días en París y con el afán de cumplir con aquello que alguna vez le propuse a mi amigo Guillermo, sentí la necesidad de intentar transmitir algo de la historia para comprender un poco, no así justificar, el proceder de algunos grupos extremistas. No es mi intención abusar de este espacio para analizar los dogmas de una religión en particular, sino que más bien intentaré mostrar la relación Dios-Guerra.

Hablemos de historia

El Islam, la religión del desierto, la creación del profeta Abu l-Qāsim Muḥammad ibn ʿAbd Allāh al-Hāšimī al-Qurayšī (a quién de aquí en adelante llamaremos sencillamente: Mahoma), el credo surgido en la región de la actual Arabia Saudita y que se extendió con una fuerza imparable hacia el resto del mundo hasta transformarse en mayor amenaza de la entonces religión dominante, el cristianismo.
En una época en la cual los seguidores de Cristo disfrutaban de un reconocimiento oficial del Imperio Romanoy, debido a ello, de una superioridad sobre judíos y paganos, desde el desierto arábigo y con fundamentos judío-cristianos nacía un tifón de espadas, fuego y hombres con una determinación y fuerza imposbiles de detener.

Lo curioso es que el islamismo, más allá de la enorme y notoria cantidad de conquistas que obtuvo en poco tiempo y que aún hoy mantiene, es una religión joven. Nació en el año 622 cuando el profeta Mahoma comenzó a predicar en La Meca. A partir de ese momento y por casi 850 años su crecimiento fue imparable.

La explosión islámica tuvo tal magnitud que, en un período de tan sólo 120 años, logró conquistar por completo la península arábiga y luego a su vecino inmediato, Asia Menor. Hacia el norte conquistó todos los territorios incluyendo las actuales Turquía, Georgia, Armenia y Azerbaiyán hasta las costas del Mar Caspio. Hacia el este, se extendió desde Irán hasta los límites de India (país en el que, a pesar del enorme crecimiento del islamismo en la actualidad, aún no ha podido penetrar), y tomó control en Asia de todos los países actuales cuyo nombre finaliza en “tán” (Ej.: Afganistán). Finalmente hacia el oeste ocupó todo el norte costero de África, y penetró en Europa conquistando las actuales España y Portugal. En este sector el Islam chocó con la fuerza de los francos de Carlomagno, quien logró detener su expansión hacia el resto de Europa.

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Crecimiento del Islam, año 750 (vía http://www.islamproject.org)

Crecimiento del Islam, año 2000

Crecimiento del Islam, año 2000 (vía http://www.islamproject.org)

Sólo en un poco más de un siglo el Islam había destronado al mundo al Cristianismo, relegándolo a sólo una región dividida en feudos o reinos sin peso suficiente, y sumida en una pobreza tanto de recursos como de cultura, Europa. Luego de la caída del Imperio Romano de Occidente (746 d.C.), mientras Europa se hundía en la oscuridad y barbarie de la Alta Edad Media, el Islam crecía en fieles, territorios, riquezas, cultura y ciencia. Sólo luego de algunos reveses en Asia Menor y Egipto causados por las cruzadas entre los años 1095 y 1291, y de la mano del sultán Saladino, recuperó los territorios perdidos y así resurgió con todo poder y esplendor para retomar su política y objetivos de expansión hacia el resto del mundo conocido. Sólo un obstáculo impedía a la creación de Mahoma penetrar en Europa, la invencible capital del Imperio Bizantino, Constantinopla.

Nota: En el año 1.099 la primer cruzada logró reconquistar la ciudad de Jerusalén después de un sitiarla por algo más de 30 días. Al entrar en la ciudad el ejército masacró a todos los habitantes. Alrededor de 60.000 personas perdieron la vida en manos del acero cruzado. El filo de las espadas cristianas no tuvo piedad alguna. Perecieron musulmanes, judíos y también algunos cristianos que aún vivían en aquella “Tierra Santa”. En algunos testimonios de la época los cronistas manifiestan que, durante las casi 48 hs. que duró el proceso de exterminio, era muy normal encontrar “montones de cabezas, manos y pies de hombres, mujeres y niños en algunas esquinas de la ciudad”. Del mismo modo, la sangre de aquellos que buscaron refugio en la mezquita fue derramada en tal cantidad que ensuciaba hasta las rodillas las botas de los cruzados (en algunos sectores del templo). Finalizada la carnicería, los líderes del ejército cruzado realizaron en la Iglesia del Santo Sepulcro la correspondiente ceremonia de Acción de Gracias.

La inexpugnable ciudad de Constantino (Constantinópolis) finalmente fue derrotada y cayó en el año 1453. Cuando el ejército turco de sultán Mehmed sitió y conquistó a la ciudad más rica de aquellos tiempos. Cerca de 1.500 años de Imperio Romano desaparecieron finalmente de la tierra aquel 29 de mayo. El Islam obtenía así el mayor triunfo de toda su historia, dejando al Cristianismo temblando y dividido. Rodeado por su enemigo, tanto en el este como en el oeste.

Es llamativo que el mayor logro del Islamismo fue a su vez el punto que marcó el final de sus conquistas bélicas, después de la caída de Constantinopla, el Islam no consiguió expandirse mucho más utilizando las armas. Aunque Turquía siguió representando una constante amenaza para la Europa cristiana hasta el final de la Primera Guerra Mundial. Actualmente el Islam, aunque dividido en grupos (Sunismo, Chiismo, Sufismo y Jariyismo), cuenta con aproximadamente 1.200 millones de fieles en todo el mundo. Constituyéndose en la primera fe de mayor expansión a nivel mundial y en la segunda religión del orbe.

El cristianismo como fe en conjunto, cuenta con mayor cantidad de fieles pero se encuentra dividido en tres grandes religiones: Catolicismo, Protestantismo y la Iglesia Ortodoxa. El tercer escalón del podio pertenece el Hinduismo, con casi 1.000 millones de fieles relegando al cuarto lugar a la Religión Tradicional China con aproximadamente 800 millones de seguidores.

Al igual que en su momento las religiones paganas (egipcia, fenicia, griega o romana entre otras) y que el Cristianismo, el Islam se expandió y convirtió a su fe a naciones enteras a fuerza de acero y sangre. No es descabellado observar entonces que aún hoy, en los albores expandir la raza humana hacia fuera de los límites de este mundo, existan seres quienes afanosamente desean y necesitan mantenerse atados a dogmas, tradiciones y ataduras de casi 1.500 años de antigüedad, al final de cuentas, fueron esos íconos los que oportunamente le otorgaron una supuesta “grandeza” a su pueblo.

Fuere visto desde algún ángulo de la cruz cristiana o desde la curva misma de la media luna del profeta, la historia nos enseña que “muerte al infiel” parecer ser realmente la palabra de Dios.

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Una respuesta a La palabra del profeta

  1. campitopopular dijo:

    Muy interesante.
    Buena semana!

    Responder

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