Estaba con toda la presión del mundo. Dos intentos en Tromso, Noruega habían sido nefastos a causa del mal clima. Me digo a mí mismo “la tercera es la vencida”. Planeo una semana entera en la tierra de las auroras. El domingo pasado había un máximo solar y el pronóstico decía despejado. ¿Qué pasó? Se nubló a último momento. Sólo obtuve esta magra foto:
Para mis adentros me digo que no deja de ser una buena toma, que 2 minutos de expo a ISO1000 para verla estaba bien. MENTIRA. Me estaba mintiendo, si apenas se veía “algo”, un fantasma en el horizonte. Había leído que no eran tan intensas al ojo como a los sensores modernos de las cámaras, pero no podían ser tan pedorras.
Empiezo mi periplo dándole la vuelta a la isla en forma antihoraria y de reojo miro el clima todos los días; todos los días nublados. Me voy resignando; conocí el sur de Francia; Barcelona, me vi un clásico Real Madrid-Barcelona en el Camp Nou, una semanita en Islandia, qué más se puede pedir?
De repente, y a último momento, parece que todo se conjuga. Llego a un pueblito pedorro al noreste de la isla, Egilsstaðir, luego de recorrer los fiordos del este. Me vacunan 100 dólares en el único hotel del lugar, pero el día ha estado despejado desde la mañana. Reviso el pronóstico y va a seguir así 24hs más. Se hacen las 10.30pm, tomo la cámara D300, el lente 20mm f/1.8 y el trípode, los meto en el auto y me alejo unos 2km del pueblo. Me bajo del auto en el medio de la tundra helada y mi ser se da con la siguiente vista:
Al fin! Ante mis ojos veo como las auroras aparecen, desaparecen, se mueven, flamean como si fueran una bandera, bajan la intensidad hasta volverse solo un halo difuso y vuelven a mostrarse poderosas. Veo, en el pico de intensidad, como toman una tonalidad rojiza en la parte superior. De repente se genera todo un arco verde que atraviesa el cielo de punta a punta. No se si sacar fotos o verlas. Cambian de forma e intensidad más rápido de lo que creía. Los -10ºC y mis manos sin guantes hacen que sea dificilísimo manejar la cámara. Cambio seteos, desde exposiciones de 2 segundos a 2 minutos. ISOs de 200 a 6400. Me conformo con ISO400 y fotos de 8 segundos. Una hora danzando me dejan deleitado y casi (noten que digo “casi”) me hacen olvidar el frío. Sé que están saliendo algo desenfocadas, y sé que la luna casi llena está metiendo muchísima luz no deseada a la foto. Me chupa un huevo. En un momento dejo de sacar fotos y me dispongo a contemplar. Se que va a ser un momento irrepetible en mi vida, tal vez nunca más las vea. Por ello, esos 40 minutos viéndolas danzar, fueron de los más lindos de mi vida. A lo último me digo “necesito una foto donde esté yo”. Los 8 segundos de exposición complican a cualquier ser viviente y “moviente”.
No salgo muy bien. Llego al hotel, subo a mi habitación y siguen allí, del otro lado de la ventana. No puedo creer que las esté viendo desde la cama! Bajo las fotos, la mayoría de mala calidad, desenfocadas (el infinito del lente y el de la realidad no son muy parecido que digamos), pero me chupa un huevo. Vi las auroras. El viaje está pagado.
Será hasta la próxima, y perdonen algunas malas palabras vertidas, es la adrenalina que no baja.
PD: Chimango, acá tenés las fotos de auroras que tanto reclamabas. También las tengo en RAW por si querés hacer algunas de tus locuras.