Animal de Ruta

Mirando para arriba

Sobre la luna, visibles a simple vista, hay una serie de manchas a las que a pesar de no tener agua llamamos mares. Nuestra increíble facilidad para encontrar formas familiares con muy poco nos muestra a veces un conejo dibujado con ellos, o lo que nuestra imaginación nos permita. En mi caso, un bonsai.

En una de esas manchas, un mar llamado el de la tranquilidad (Mare Tranquilitatis), hay un punto. Un insignificante puntito. Es un cráter, nuestra luna está llena de esos testigos de aquellos primeros mil millones de años de existencia de nuestro sistema solar. Está en el interior del mar pero en su orilla sur, casi al borde. Una curva, tal vez resto de las paredes de un cráter muchísimo mas antiguo, hace de cuenco conteniendo e indicándonos dónde está ese insignificante punto, que no parece tener nada de especial.

Nada especial, en particular al noroeste de ese crater. Eso es lo que el 20 de julio de 1969, Armstrong y Aldrin buscaban: Un lugar tranquilo donde poder descender sin sorpresas en una lata cada vez menos llena de combustible y con paredes apenas mas gruesas, sumadas a una capa de Mylar, que los resguardaban de un ambiente al que definitivamente no estamos adaptados. Pero el ingenio y la voluntad nos permitieron atravesar este ambiente hostil, el espacio, y lograr la que aún hoy sigue siendo la hazaña mas grande de nuestra especie, de la que Armstrong y Aldrin fueron la parte visible de un equipo de cientos de personas que lo hicieron posible.

Gracias Neil.

Sólo lamento que no haya vivido para ver viajes a la luna como cosa frecuente, y no es cosa de que no haya vivido suficiente tiempo sino de que nosotros nos quedamos atrás; para esta época, debería haber podido comprar un pasaje redondo ida y vuelta al lugar donde bajó, ver la huella que dejó y tal vez sacarse una foto con su pie al lado junto con un puñado de turistas extremadamente afortunados. Igual no ocurriría, era extremadamente modesto al respecto. En sus palabras:

I am, and ever will be, a white-socks, pocket-protector, nerdy engineer.

Ahora dudo que ni siquiera yo pueda llegar ver semejante momento en el que los viajes a nuestro satélite natural sean cosa corriente. Tal vez ganarle a los rusos no haya sido la mejor de las razones para ir, pero hubieron otras. Esas razones que nos inspiran a llegar mas allá y ver que hay después; eso es lo que la memoria de Armstrong tiene que recordarnos. Mientras ese primer paso no haya sido uno de los últimos, no habrá sido en vano.

Por ahora, me tengo que aguantar (no conformar) con ver la luna desde el suelo.

Curioso: Me enteré de esto cuando llegué esta noche al observatorio; vine específicamente para ver la Luna (para dar turnos extra exclusivos para ver la luna por un concurso que estamos organizando en el telescopio remoto). Abrí la cúpula, conecté mi portátil para empezar la noche y me puse a escuchar Dark Side of The Moon de Pink Floyd. Entonces, mientras el telescopio se inicializa entro al blog de Fabio y me entero. Me puso mal, pero escribir esto me calmó. Les dejo esta imagen del Mar de la Tranquilidad, y el cráter Möltke en su costa sur.