La leyenda dice así:
Habría sido aquella una noche oscura, una cálida noche oscura de verano…
Si no fuera porque todavía había luz a las 11PM, y por la latitud estaba agradable en vez de caluroso. Ocurrió a la vera de un laufquen, que es como en aquellos lares conocen a los lagos. Huechu, era el laufquen en cuestión: Huechulaufquen. Los otros miembros de la cofradía de consumidores de tortas artesanales con té galés y yo habíamos arribado a los pies del coloso cónico que gentilmente le cede el nombre a aquellas comarcas, conocidas como Parque Lanín. Sus suaves faldas y amigables tábanos nos habían atraído con promesas de capitalizar toda esa energía acumulada en forma de asados de cordero y chocolates artesanales que habíamos adquirido en nuestro deambular sureño. Encontramos un rincón suficientemente digno en donde elevar nuestro domo que hace las veces de aposento portátil y, al terminar de organizar al susodicho en forma tal que se considerada digno de un rey con colchón inflable y tres que no (la colchoneta inflable de YeOldeFox apenas sí es digna de llamarse así ya que puede ser rápidamente inflable incluso por un pequeño y escuálido nerd con un severo caso de asma). Decía que al finalizar las tareas instalativas de rigor me dispuse gallardamente a conseguir la cena, armado de una caña y un sabroso señuelo compuesto por los mas finos aceros inoxidables y adornado con las mas flamboyantes pinturas que una Salmo trutta pudiera desear. Y como era de esperarse, gallardamente fallé en mi cometida. Después de una hora de intentos sólo un espécimen ictícola se atrevió a probar el frío acero y sus veloces instintos de huida pudieron mas que mis desesperanzados reflejos, fallando yo en el crucial paso de propinar esa estocada final que se hace tirando del instrumento de tortura, en vez de empujando como se estila en el absurdo y detestable arte de la tauromaquia (que de arte no tiene nada).
Vamos, que hace una hora estaba con las patas en el agua tirando con cucharita y las truchas me saltaban al lado; ni me esperaba que mordiera una, pegué el tirón pero no la clavé.
Con la derrota ondeando cual bandera invisible izada en la punta de la caña, procedí a recorrer los 25 pasos que separaban el lado mojado de la costa lacustre de nuestro campamento para iniciar los pertinentes tramites de cocción que nos llevarían a la ingesta de unos tallarines más vegetarianos que lo que me habría gustado que sin embargo, modestia aparte y apartada al borde del plato (que incorporar modestia en la dieta definitivamente no es mi estilo), iban a quedar suficientemente delectables como para no generar protestas airadas de tan nobles compañeros de viaje e ingestas que ansiosos aguardaban al calor del anafe.
Hete aquí el nudo de la cuestión; cruzando las fronteras de nuestro autodesignado espacio de merecido pernocte, hallábase un alegre grupo de acampantes compuesto por dos señoritas de nacionalidad francesa que a falta de una descripción adecuada y a fuerza de haber pasado las vacaciones con dos hermanas propias dentro de mi carpa, estaban… bueno; como para abandonar todo decoro y vericuetos del lenguaje, esos casos en los que uno anuncia a quien preste oído cercano que las damas en cuestión estaban como para proceder a su división por cuatro partes, y al mismo tiempo no significar que uno quiera hacer semejante daño si fuera la frase mal interpretada. Es también costumbre del lenguaje equiparar el aspecto físico de las mencionadas damas con el sabor que posee una larga y jugosa sección de costillas arqueadas provenientes de noble bovino pampeano, confundiendo estímulos visuales y gustativos como si de una agradable sinestesia se tratara. Tales damas se sirven acompañadas de un buen vino, por supuesto. Para no dar lugar a malinterpretaciones, es mi deber aclarar que efectivamente estaban acompañadas por una botella de vino que habían adquirido a modo celebratorio con motivo de haber conquistado las faldas del gigante cónico que también a nosotros nos atrajo en un principio y encararíamos a la mañana siguiente. Se ve que tanto en Francia como en Argentina, las faldas atraen.
Las damas, en adición al fruto de la vid, estaban acompañadas también por dos afortunadísimos caballeros, a quienes la palabra “chabones” describe apropiadamente. O eso supongo, porque por alguna razón no les presté mucha atención. Encontrábanse ellos en sus finales preparaciones para una gloriosa ingesta celebratoria cuando uno de ellos deja caer en voz alta una frase. Una frase que de manera absurdamente increíble no había sido escuchada por mis emparentadas acompañantes antes. Frase inaudita para ellas, hecho inaudito para mi; ¿Cómo es posible que mis por otro lado cultísimas acompañantes emparentadas de forma directa no hayan escuchado antes tal cosa, aún poseyendo acceso regular a la red de redes? ¿Acaso navegaban dicha red emplazadas en el interior de un contenedor de agua caliente para mate, o su equivalente electrónico? ¿Nunca jamás dejaban los dominios del Facebook, acaso la majestuosa vista de las comarcas taringueras eran algo sobre lo que nunca habían posado su vista?
Y es que el caballero vecino en cuestión, ultimando los detalles de la mencionada próxima ingesta de su autoría exclama a los cuatro vientos;
¡Alto guiso nos vamos a comer!
Es evidente que no sólo aquellas vecinas que realizaran un corto trayecto entre “París” y “Nacer” via cigüeña aprendieron una nueva floritura del lenguaje local aquella tarde/noche.
¿En serio? ¿Nunca escucharon la frase “con quince peso’, alto guiso me hago”? Yo estaba atónito, obviamente pensé que me faltaban quince para el peso. Que me había vuelto loco. Pero no, recuperé mis sentidos y recordé que ya había ingresado loco al camping e incluso al parque, si vamos al caso. También al año, pero divago. El frío hecho es que mis hermanas no habían escuchado antes esa frase, por lo que tuve que explicarles que era uno de los mas famosos memes locales, el cual presento hoy aquí para formalizar dicha explicación.
Ahora que lo pienso, creo que ya había dicho yo la frase “alto guiso” una semana antes a orillas de otro laufquen, el Futalaufquen, mientras reorganizaba los restos de un tierno cordero asado de manera que se transformaran en un robusto guiso de campo. Alto guiso fue, pero no voy a reescribir todo lo anterior y todos los que leen esto excepto ocho personas en el planeta no estaban ahí (cuatro por carpa) por lo que tendrán que tomar por cierto lo que dije antes e ignorar lo que dije ahora.
Primero, para adentrarnos en el origen de tal alto meme debemos definir qué es un meme. Hay dos formas de explicar qué es un meme. Una es recurriendo a la siempre hambrienta de donaciones nuestra querida Wikipedia:
An Internet meme (pron.: /ˈmiːm/ MEEM) is a concept that spreads from person to person via the Internet.[1] The concept of a meme was defined and described by Richard Dawkins in his 1976 book The Selfish Gene, as an attempt to explain the way cultural information spreads;[2] internet memes are a subset of this, specific to the culture and environment of the internet.
Un meme de internet es un concepto que se distribuye de persona a persona en la red. El concepto de meme fue definido y descripto por Richard Dawkins en su libro de 1976 titulado “El Gen Egoista”, como un esfuerzo por explicar la manera en la que la información cultural se dispersa; los memes de internet son un subconjunto de estos, específicos de la cultura y ambiente de la internet.
La otra manera de definirlo es recurriendo al libro de Dawkins y revoleárselo por la cabeza a quien pregunte. Algunos memes pueden ser largos, como la canción de Nyancat, o el mismísimo longcat. Algunos memes de internet pueden incluso no estar relacionados con gatos, como es el curioso caso que nos atañe.
El meme en cuestión tuvo su origen en una nota periodística realizada por un conocido canal de deportes local, en el cual un ciudadano es entrevistado acerca de importantes temas de actualidad, como lo es la inflación, las preferencias dietarias del argentino promedio y la fabricación de nuevos significados para viejos adjetivos, todo ello bellamente sintetizado en pocas palabras:
http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=Saa86WoG1ng
Así nació la leyenda. Ahora, cada vez que alguien quiere cobrar de mas una hamburguesa, algo cuesta 15 pesos o se encuentra en proceso de cocción un guiso particularmente bueno, surge obligatoriamente la expresión “Alto Guiso” o uno de sus derivados.
Por supuesto, es un meme. Y los memes, ya sea de internet o de los otros, se transmiten, reproducen, remixan. El revoloteo de un meme en 4chan puede ocasionar un huracán en Taringa!:
A veces, un meme se cruza con otro y el resultado muestra un fenotipo con características de los dos:
http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=V7IMOa9O8V0
E inclusive puede dar lugar a quimeras:
O iniciar una revolución cultural al expresar lo que todos sentimos respecto de comer en la calle:
Es así como estos pequeños cachitos de cultura se mezclan, bailan el cha cha chá, se reproducen y van mutando. Algunos duran un suspiro, otros se pegotean cual gangam style. Muchos mueren en el camino, pero los mas fuertes sobreviven. Este extraño caso de meme local ha trascendido las fronteras y hasta sobrevivió mas de un año, logrando entrar en la historia y el recuerdo, o lo que dure nuestra memoria a corto plazo atrofiada por la internet.
Ana, Damadragon; ahora ya saben.